Fernando Bertello es autor de una nota sobre el uso del glifosato sumamente didáctica (La Nación, 5/5/2010.) Comenta allí las ventajas del uso de este herbicida, en especial para el cultivo de la soja. Explica también claramente el efecto sinérgico (suma excedida de efectos beneficiosos) que resulta del uso del glifosato con la soja transgénica, resistente al herbicida, y la técnica de siembra directa.
Dice Bertello: “En este contexto, la pregunta sobre la toxicidad o no del glifosato se impone. (...) La OMS (Organización Mundial de la Salud) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación) lo definen como un producto que normalmente no ofrece peligro (...)”
Tratándose de una cuestión de toxicidad, entre la FAO y la OMS privilegiaría la opinión de la OMS, porque lo que le interesa a la FAO es que haya mucha soja, mientras que a la OMS debe interesarle la salud de la gente. Y es aquí donde aparecen mis dudas. Si leíste mi nota OMS e industria farmacéutica (*) sabrás que la OMS está sospechada de corrupción, con lo cual te quedás sin alguien a quien creer.
Ahí viene el lobo, ahí viene el lobo, mentía el pastorcito. Cuando el lobo realmente apareció, nadie le creyó. La moraleja ya la sabés, cuando se pierde la confianza es difícil recuperarla. Si el INDEC publicara ahora un dato verdadero, seguro que lo tomaríamos como falso. Y la situación parece ser igual en todo el mundo, no es extraño entonces que, refiriéndose a la situación internacional, Adrián Sack publique hoy en el mismo diario un artículo titulado Una incontenible fuga de confianza.
(*) http://blog-de-al.blogspot.com/2010/04/oms-e-industria-farmaceutica.html
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