martes, 6 de abril de 2010

Sobre la pobreza

Sí, otra vez, porque uno de cada tres habitantes de este país está por debajo de la línea de la pobreza. Este es el problema más grave que afronta el país y, casi con seguridad, de su solución depende nuestro futuro.

Una serie de notas publicadas ayer en La Nación muestra la deplorable situación en las villas de emergencia, el aumento en su número y en la cantidad de sus habitantes. De estas notas publicaré mañana un resumen. A continuación, y a modo de introducción, incluyo algunos párrafos del artículo publicado ayer por Eduardo “Tato” Pavlovsky en Página 12.

“En este maravilloso país, cuyas exportaciones y riquezas en recursos naturales son de gran magnitud, el 35 por ciento de la población vive debajo de la línea de pobreza y con alto grado de indigencia. ¡Parece increíble! Pero ya se ha vuelto un fenómeno obviamente creíble.
“Los ricos tienen cada vez más plata y los pobres cada vez menos posibilidades. Los ricos viven en sus mansiones en los countries, los pobres e indigentes en casas de lata o en las villas. Es así. Carentes en mucho casos de las más elementales condiciones de higiene. Falta de espacio. Pueden vivir ocho en tres colchones tirados en el piso. (...) Ausencia de agua potable o agua contaminada con uranio muchas veces. Ausencia de cloacas. En fin, es difícil imaginar este infierno argentino. Pero todavía más difícil es imaginar la falta de respuesta del resto civil de la república. Hay organizaciones sociales, grupos que trabajan en todo tipo de ayuda social. Pero no existe una política de Estado.

“(...) Los narcotraficantes crean un ejército de jóvenes para la construcción de la sistematización del crimen organizado. ¿Quiénes ocupan las cárceles juveniles? Los niños miserables, sin educación y sin protección sanitaria. (...)

“Tampoco creo que la construcción de planes de inclusión social desde el Estado proporcione rédito político. El bajo nivel socioeconómico con el subdesarrollo de los recursos humanos al límite, sin trabajo, sin esperanza es un caldo extraordinario para el crimen organizado. Con esta juventud subhumana, excluida, sin vida, sin proyectos, sin esperanza, con lesiones neurológicas por la hipoalimentación.
“¿Pero a quién le importa todo esto? Todo lo que se escribe son registros o estadísticas. 800 mil jóvenes de la provincia de Buenos Aires no trabajan ni estudian. Con precios muy bajos (100 a 500 pesos) se construye un delincuente. Para robar o matar directamente y siempre con un poco de droga para el operativo.

“Es el momento de reinventar el mundo y las instituciones. El mundo ha perdido la capacidad de crear y soñar y debemos recuperarla. Otro mundo y otro camino todavía son posibles. (...)”

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